El engendro

Cada vez que subo por el paseo del Revellín y observo la amorfa construcción que nos han puesto en la manzana del mismo nombre se me retuercen las tripas. Creo que se trata de uno de los engendros más horrorosos que he visto en mi vida.

Engendro. Como muchas otras palabras, engendro, posee varias acepciones en nuestra lengua entre las que se encuentra “Plan, designio u obra intelectual mal concebidos...” y creo que por eso esta palabra le viene al pelo a la espeluznante edificación que encontramos en la Manzana del Revellín.

Nos la vendieron como la obra de un reconocido y prestigioso arquitecto, que no dudo que lo sea, pero creo que en está ocasión su obra no le habrá reportado prestigio alguno, más bien todo lo contrario.

Para que nos situemos, se trata de una zona rodeada de varios edificios que llevó millones de años-euro acabar, y que una vez finalizada no ha reportado beneficio conocido a la ciudad. En el interior de sus edificios encontramos varias salas, algunas de ellas inacabadas y sin utilidad, un auditorio, en teoría con una de las mejores acústicas del mundo (para qué), y un gran número de locales aun por adecentar. Lo de los locales es de vergüenza, no es que no estén ocupados, es que ni siquiera están acabados.

La zona del patio interior no podía ser menos, tenía que ir a juego con la fea estructura que la rodea, así que carece de elementos que llamen la atención, no es más que un patio con unos bloques de cemento que hacen las veces de banco y una fuentecita (desde hace un tiempo sin agua) que es un cuadrado de un metro por un metro con un tubo de acero inoxidable en el medio, una porquería vaya.

En definitiva, que en el epicentro de la Ciudad, tenemos una de las construcciones más importantes en cuanto a dimensiones y relación calidad-precio, que en lugar de servir para dinamizar la zona, incluyendo locales comerciales y de ocio para el disfrute de los ciudadanos, y convertirse así, en el lugar de referencia de la actividad ceutí, para lo que ha servido es para afear la zona, con esa imagen de obra a medio acabar y semiabandonada por la que todos los ciudadanos pasan de largo.

Algo como esto sólo se le podía ocurrir a un mal engendro: “Muchacho avieso, mal inclinado y de índole perversa”.

Y después nos preguntamos por qué estamos en crisis. 

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