Cada vez son más los golpes que la casta política está asestando a la ciudadanía. De recorte en recorte, los políticos van pasando los meses hiriendo a la sociedad donde más nos duele, en nuestro bienestar.
La sanidad, la educación, nuestro poder adquisitivo, nuestra jubilación, los derechos sociales y laborales conseguidos con años de esfuerzo... y uno de los derechos más importantes de nuestro ordenamiento jurídico, el derecho al trabajo. Todo, y más, desde hace unos cuantos años se está desmoronando para preocupación de muchos y desgracia de muchos otros. Unos porque ya les han recortado las barbas y otros porque las tienen a remojo, esperando su turno para pasar por la navaja de los políticos.
Demostrado queda que los gobernantes de nuestro país de un color y de otro, han sido nefastos gestores de lo público, que se han dedicado a despilfarrar y malgastar los enormes recursos económicos que había acumulado nuestro país durante la época de la burbuja inmobiliaria. Dinero que se ha diluido por las alcantarillas de la corrupción en muchos casos, o en la grandeza del régimen en otros. Dinero mal gastado en amiguetes de tres al cuarto que han venido a desplumarnos y que han hecho el agosto para el resto de sus vidas a nuestra costa, o despilfarrado en obras propias de emperadores, que serán ejemplo de la estupidez de nuestros políticos y vergüenza de nuestros hijos y nietos. Dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero yo digo que han sido ellos quienes han gobernado por encima de nuestras posibilidades.
Sin embargo, siguen siendo los mismos inútiles quienes día tras día intentan convencernos de que debemos sacrificarnos por el bien común, que debemos aceptar las medidas de austeridad y los recortes que nos van imponiendo como consecuencia de su pésima gestión, “el lobo está guardando a las ovejas”. Ellos son quienes tienen la fórmula mágica para sacarnos de esta situación de crisis, ellos, que nos han dirigido hacia un país con más de cinco millones de parados y con más de un 20% de la población bajo el umbral de la pobreza.
Y quiénes son ellos para dirigir nuestras vidas, si ya han demostrado que no saben hacerlo, si cada uno de los votos que les hemos dado los han convertido en cenizas, incumpliendo sus promesas, y dejando que sean otros los que gobiernen nuestro país. ¡Cómo se atreven! si han sido ellos quienes nos han arruinado, y han condenado a malvivir a una generación entera de españoles. Cómo podemos volver a confiar en que alguno de ellos, que llevan apoltronados en sus escaños desde hace décadas, y que se han alejado tanto de la sociedad y de los ciudadanos que ni siquiera saben “cuánto cuesta un café”, sean quienes tengan la solución para recuperar nuestra dignidad y el sitio que nos corresponde internacionalmente.
Quizá porque sabemos que ellos no pueden solucionar el problema, porque sabemos que ellos son parte de él o quienes lo han generado, es por lo que todos estamos esperando “Un Salvador”. Alguien que vuelva a poner las cosas en su sitio, que llame a las cosas por su nombre y que acabe con esta falsa democracia que nos está asfixiando a todos y que tan solo busca sostener la gran vida de unos pocos a costa de la miseria de muchos. Un sistema que nos ha dado una falsa sensación de libertad, haciéndonos creer que tenemos capacidad para elegir, cuando todos sabemos que hace mucho tiempo que no importa lo que elijamos, siempre saldrán perdiendo los ciudadanos. Estamos ante la evolución del despotismo ilustrado... Y ese “Salvador”, ese al que todos estamos esperando, es, con diferencia, lo que más miedo me da.
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